Kon, el señor de los vientos

El viento, elemento intangible para nosotros. Sin embargo, puede crear o destruir como si de algo tangible se tratase. El culto al viento ha estado presente en varias culturas del mundo. El dios Kon es un claro ejemplo de ello. Dicho culto tuvo origen de las culturas Paracas y Nazca, permaneciendo hasta el Tahuantinsuyo.

Kon, dios inca del viento y la lluvia

Etimología

No está definido el significado exacto del nombre Kon. Sin embargo, a la llegada de los españoles, el nombre de la divinidad del aire habría sido integrada al nombre completo del dios Wiracocha. Esto con el fin de resaltar los actos creativos de Wiracocha y, a su vez, explicar a los nativos sobre el concepto de Dios.

Un posible significado del nombre de la divinidad se encuentra en el idioma culli, el cual es originario de la sierra andina del norte del Perú.

El culli era el idioma hablado de, por lo menos, tres reinos pre-incaicos: el primero siendo el reino de Konchuco (Conchucos), en el norte de la región Ancash. El segundo es el reino de Wamachuko (Huamachuco), en las tierras altas de la región La Libertad y era hablado al menos en la parte sur del reino de Kuismanko (Cuismanco), en el sur de la región Cajamarca.

Según esta lengua, el término Kon significa agua. Esto podría hacer alusión a la forma del dios, que era tan voluble como el mismo líquido y, a su vez, también haría alusión a su papel como divinidad de la lluvia.

Historia

Kon (conocido también como: Qon, Qun, Con, Cons, Wakon) es el dios inca del viento y la lluvia. Kon tuvo un papel importante como divinidad creadora por las culturas Paracas y Nazca. Posteriormente, la divinidad compartiría el mismo propósito para los incas. Estos últimos incorporarían a Kon dentro del panteón oficial incaico.

Para entender la historia de su culto, se debe tomar interpretaciones de su rivalidad con el dios Pachacámac. Dicha rivalidad forma parte de uno de los mitos más insignes de la divinidad Kon.

Historiadores como María Rostworowski sustentan que, la confrontación entre Kon y Pachacámac viene a ser una metáfora de un evento que realmente ocurrió durante el culto a la deidad del viento.

Los dioses enfrentados vendrían a representar la enemistad entre dos grupos étnicos distintos, es decir, grupos costeros y habitantes de los valles entre las montañas. En lugar de provenir del norte, que podría haber representado a una deidad Moche o Chimú, Kon pudo haber sido la manifestación del dios de las atávicas culturas del sur, Paracas y Nazca. Estas culturas florecieron en el periodo intermedio antiguo a través del horizonte medio. Kon, que no tenía huesos ni articulaciones, es equiparable con las imágenes pertenecientes a Paracas y Nazca de seres antropomórficos voladores que son portadores de cabezas trofeo, plantas y/o alimentos en sus manos. La sustitución del dios Kon con Pachacámac simboliza el ocaso de los cultos del sur. Sin embargo, su influencia siguió vigente hasta el horizonte medio con asistentes alados con la divinidad de los báculos.

Batalla entre Kon y Pachacámac

Kon según los cronistas

La divinidad Kon ha sido expuesta por muchos cronistas a lo largo de su culto. Algunos de estos han recopilado información que tienen ciertas diferencias una con otra.

Según el cronista Agustín de Zarate, Kon es una divinidad que habría venido del norte:

«Dicen que vino del norte un hombre sin huesos ni articulaciones, que acortaba o alargaba los caminos que transitaba según sus deseos, y elevaba o allanaba las montañas a su gusto; que este hombre creó a los indios de la época, y que desde la llanura lo ofendieron ha hecho el país arenoso, hasta ese día. Decretó que la lluvia nunca caería allí, pero envío ríos que fluyen allí, para que al menos tengan agua que beber y refrescarles. Este hombre fue llamado Con, y era el hijo del Sol y la Luna. Lo consideraban un dios y lo veneraban; y dicen que a la gente que creó les dio hierbas y fruta salvaje para su nutrición».

Sobre este testimonio, existen múltiples interpretaciones por parte de los historiadores. Como ejemplo se tuvo a la ya mencionada María Rostworowski, la cual expuso que más que provenir del norte, Kon habría llegado del sur a la costa peruana. Kon sería la representación de las culturas del sur Paracas y Nazca.

El cronista novohispano Pedro Gutiérrez de Santa Clara expone que:

«Cuentan los indios muy viejos, que lo oyeron de sus antepasados, que el primer dios que hubo en la tierra fue llamado Cons (Kon), el cual formó el cielo, la luna, estrellas y la tierra, con todos los animales y todo lo demás que hay en ella. Y formó con su resuello todos y los animales terrestres y aves celestes y muchos árboles y plantas. Y que después de esto se fue a la mar y que anduvo a pie enjuto sobre ella, y sobre los ríos, y que crió todos los peces que hay, con su sola palabra, y que hizo otras cosas maravillosas, que después se fue de esta tierra y subió al cielo».
«Tiempo después, llegó a la tierra otro dios, "más poderoso que Cons", llamado Pachacámac, que quiere decir "hacedor del mundo o reformador", el cual destruyó todo lo que había hecho Cons. A los indios que Cons había creado los convirtió en simios o monas, y los envió a vivir a los Andes y a los valles que hay por allí. Pero, misericordioso, Pachacámac creó a otros hombres y muchas indias muy hermosas, así en la serranía como en los llanos. Los que poblaron la serranía, hallaron una tierra "fresca", por haber salido recién del diluvio».

La versión mitológica acerca de la creación se puede distinguir a las dos divinidades, las cuales actúan sucesivamente. Entre estas creaciones, se encuentran la del dios Kon y posteriormente, la de Pachacámac. Esta última se coronaría como la creación definitiva.

Mas una vez retirados ambos dioses, el sol y la luna (presentes todos los días) quedaron establecidos como dioses principales, pero no en calidad de dioses creadores. El mito también parece denotar dos corrientes civilizadoras: la primera que llega a través del mar por el sur (Kon) y la segunda, que llega desde el norte (Pachacámac), siendo este último el vencedor de la confrontación.

Kon volando, a su vez, porta un báculo y plantas

Representación

El dios Kon es un dios eminentemente volador y ligero, pues carecía de huesos, extremidades y articulaciones. Esto puede deberse a que él es la manifestación de los vientos. Sin embargo, Kon poseía forma humana, así como también, la divinidad era dueña de una formidable fuerza. Con el solo batir de sus alas, él era capaz de derrumbar haciendas y arrasar con los campos de cultivo.

En cuanto a otros rasgos, el dios Kon tenía cabeza de felino, pero se cree que portaba mascaras felínicas. A raíz de esto, Kon era conocido como el "felino volador".

En múltiples textiles Paracas y Nazca, se le puede ver volando y portando cabezas trofeo, un báculo y alimentos.

En algunos huacos de las antedichas culturas, Kon es representado como un hombre con rasgos de ave, así como también, un felino de prominentes ojos. Esto último es la razón por la que a Kon también se le conoce como el "dios oculado".

Kon también podía manifestarse como una tormenta o remolino de arena, lo cual le permitía desplazarse con facilidad a través del vasto desierto costero peruano.

Tormenta de arena, manifestación de Kon

Importancia

Para los Paracas y Nazca, Kon es considerado como el creador de la primera generación de humanos, hasta su derrota y exilio por parte del dios Pachacámac.

Según los textiles de las antedichas culturas, Kon es considerado como el sustentador de los alimentos y, por ende, el principal responsable de otorgar el éxito o desgracia en sus actividades agrícolas. En dichas representaciones, las cabezas trofeo podrían simbolizar los sacrificios que ambas culturas le dedicaban para agraciarlo.

También vale la pena resaltar las legendarias líneas de Nazca, las cuales algunos historiadores tienen diversas interpretaciones sobre su función verídica. Algunos creen que se trataría de un calendario astronómico, otros creen que tendría fines religiosos.

Esto último es, en resumidas palabras, dedicado principalmente al dios Kon, el cual surcaba los cielos y solo se manifestaría en una época del año en particular. Los sacerdotes diseñarían dichas líneas para aguardar su llegada con ceremonias, ritos, sacrificios, danzas y fiestas.

Para los incas, el dios Kon fue una divinidad importante al cual se le atribuía algunos mitos acerca de sucesos importantes dentro de la mitología inca.

Kon, al igual que en Paracas y Nazca, compartía la misma función dentro del panteón oficial inca. Su asociación al viento y la lluvia lo llevó a ser venerado por los incas. Esto a raíz de su incidencia en la agricultura, la cual comparte con otros dioses asociados al agua.

Líneas de Nazca (colibrí)

Ritos al dios Kon

Como se vio anteriormente, el dios Kon fue una divinidad importante para las culturas a las que le rendían culto. Dichas culturas le ofrendaban con sacrificios, ritos, ceremonias, danzas y fiestas.

Dentro de las ofrendas mencionadas, se debe hacer un énfasis en la danza llamada "La Huaconada".

La Huaconada es una danza ritual que se representa en el pueblo de Mito, referente a la provincia de Concepción, situada en la cordillera andina central del Perú.

El mismo nombre de la danza hace alusión a la divinidad Kon o Wakon. Esta danza es efectuada como ofrenda a dicha divinidad con fines moralizadores. A raíz de esto, los participantes son portadores de látigos y máscaras.

La danza solo la ejecutan los hombres, los cuales son llamados Huacones. Estos también eran conocidos como los Sres. alcaldes, en otra época hacían el papel de gobernadores. Se cuenta que un Huacón siempre ha sido admirado por la comunidad. Ingresaban a las casas para examinar si estaba limpia, sancionaban a los inmorales, a los amancebados, a los haraganes. Esta es la razón del porqué del uso de látigos y vistosas máscaras.

La Huaconada se efectúa en los tres primeros días del mes de enero de cada año. Esta danza consiste en grupos de hombres enmascarados, denominados Huacones, los cuales ejecutan en el centro del pueblo una serie de danzas coreografiadas. Los Huacones representan el antiguo consejo de ancianos y se convierten en la máxima autoridad del pueblo mientras dura la Huaconada. Siempre resaltan esta función tanto sus látigos, denominados como "tronadores", como sus máscaras de narices prolongadas que rememoran al pico del cóndor, criatura que representa el espíritu de las sagradas montañas. En la danza participan dos clases de Huacones: los primeros son los ancianos, vestidos con atuendos tradicionales y portadores de máscaras firmemente esculpidas que infunden respeto y miedo. Los segundos son los más jóvenes, bien vestidos con indumentarias de colores y portadores de máscaras que expresan terror, tristeza o burla. Durante la danza, estos últimos ejecutan una serie de pasos de danza rigurosamente limitados en torno a los ancianos que, debido a su edad, gozan de una libertad superior para improvisar movimientos. Una orquesta toca diversos ritmos al compás de la "tinya", un tamboril indígena. La Huaconada, que es una síntesis de diversos elementos andinos y españoles, asimila también nuevos elementos modernos. Sólo pueden encarnar a los Huacones los hombres de buena conducta y gran integridad moral. Tradicionalmente, la danza es transmitida de padres a hijos y los vestidos y las máscaras se heredan.

Huaconada de Mito

Mitos, leyendas y creencias

El dios Kon ha estado rodeado de varios mitos, leyendas y creencias. A continuación, se mencionarán algunas:

Kon y Pachacámac

En este mito, el dios Kon es considerado como hijo del sol. Este llegó desde el sur a la costa peruana.

Volando con una gran máscara felina, portando alimentos, cabezas trofeo y un báculo, el dios Kon aplanó montículos, cortó valles y creó el mundo, con tan solo pronunciar sus poderosas palabras.

Una vez creada la tierra, Kon pobló las tierras costeñas de plantas, animales y la primera generación de seres humanos, quienes las habitarían y se complacerían con todas las bondades y frutos sin el menester de realizar trabajo alguno. A cambio, la divinidad del viento les pidió su veneración y ofrendas como muestra de gratitud.

Así fue por un tiempo, cuando los humanos se sintieron autosuficientes, olvidaron a su dios y con ello, su promesa de venerarlo y ofrendarlo.

Esto desató la furia de Kon contra ellos y como castigo los despojó de las lluvias, convirtiendo las tierras que alguna vez fueron tierras fructíferas y llenas de vida en campos infértiles y áridos.

El dios del viento tan solo dejó unos pocos ríos con el propósito de que los humanos se esforzasen trabajando arduamente para subsistir.

Desde las tierras lejanas del norte, arribó el también considerado hijo del sol, dios Pachacámac, dueño de una fuerza superior a la del dios Kon.

Tras una batalla larga y encarnizada, el dios Kon acabaría siendo derrotado y exiliado por el victorioso Pachacámac.

Pachacámac destruyó hasta la más exigua obra del dios Kon, así como también, convirtió a la primera generación de seres humanos creado por Kon en pumas, zorros, lagartos, monos, etc. Pachacámac los envió a poblar los Andes.

Todo esto lo hizo con el propósito de crear una nueva generación de seres humanos. Una vez Pachacámac creó a la segunda humanidad, este les suministró una mayor cantidad de agua y los bendijo con mejor capacidad para dominar las tierras y, por ende, cultivarlas a placer.

En señal de gratitud, los seres humanos edificaron un templo cerca de la actual ciudad de Lima, el templo de Pachacámac.

Wakon y los Willkas

Desde tiempos atávicos, desde el Hanan Pacha (cielo) dos hermanos, Pachacámac (dios del cielo) y Wakon (dios del fuego y del mal), se hallaban prendados de una encantadora joven de cautivante belleza, la cual era la diosa Pachamama (Madre tierra). A raíz de esto, ambos dioses hermanos desarrollaron una rivalidad.

Motivado por su belleza y sencillez, el dios Pachacámac no dudó en ganarse el corazón de aquella diosa. Y lo logró, Pachacámac y Pachamama se unieron, de esta forma, representando la unión del cielo y la tierra.

Como fruto de esta unión nacerían los gemelos conocidos como los Willkas (divinos). Ambos hermanos eran varón y mujer.

Esto desató el frenesí de Wakon, el cual estaba decidido a enfrentar a su hermano Pachacámac. Sin embargo, este último acabaría derrotando a Wakon y, por ende, exiliándolo del Hanan Pacha al Kay Pacha (mundo de aquí).

No obstante, Wakon, lleno de furia, desencadenó sequías, inundaciones, hambre y muerte en la tierra.

Afectado por el efecto devastador de la furiosa descarga de cólera y rencor de su hermano, Pachacámac descendió del Hanan Pacha e inició el segundo enfrentamiento contra su hermano. En cada golpe, la tierra temblaba catastróficamente. Wakon enfrentó a su hermano, esta vez, con total intención de matarlo. Sin embargo, Wakon sería vencido nuevamente por Pachacámac, restableciendo así, el orden en el mundo.

Entonces, como seres mortales, Pachacámac y Pachamama reinaron en la tierra junto a sus dos hijos, mientras el vencido Wakon fue exiliado y condenado a vivir bajo las sombras de las cuevas de las montañas más lejanas, con la advertencia de no volver jamás.

Aquella felicidad duró poco, pues Pachacámac cayó por accidente al mar de Lurín, muriendo ahogado. Al morir, Pachacámac se convirtió en una isla.

Pachacámac, quien era la flama que otorgaba la luz al mundo, se extinguió. Tras esto, el mundo quedó inmerso en tinieblas.

Pese a ello, Pachamama y sus hijos no se desalentaron. Recorrieron sin rumbo en la interminable noche, teniendo que esconderse a menudo de enormes monstruos. Luego de hacerlo, estos continuaban su marcha errante.

Cuando se encontraban por las tierras de Canta, estos lograron saciar su sed en las aguas de la laguna Rihuacocha.

De pronto, avistaron un pequeño resplandor de fuego en las alturas del cerro Reponge. El hijo varón pensó que su padre fallecido podría encontrarse allí. Por lo que emprendieron una larga travesía para dar con dicho lugar, sin percatarse de que la luz provenía de la cueva Waconpahuin.

Conforme avanzaban, la oscuridad les cerraba el paso, haciendo de dicho resplandor cada vez más luminoso y prometedor. A cada paso hacia la luz, monstruos y animales salvajes les aguardan. El camino es pernicioso y, por ende, el miedo quiere apoderarse de ellos, pero Pachamama y sus hijos siguieron adelante con esperanza. Al estar tan cerca, Pachamama motiva a sus hijos a seguir. No es el momento de desistir, ellos han escalado montañas, cruzado valles y arroyos. Sin embargo, sus cuerpos ya no resisten, están extenuados y abrumados. Es por esta razón que aquel resplandor parece prometer cobijo y calidez. Pero si tan solo ellos supieran que, aquel resplandor es tan solo una ilusión que los desplazará hacia un ardid.

Al final, después de una extensa y arriesgada travesía, la familia alcanza la luz. En ese momento, sale de la cueva un hombre semidesnudo. Todo andrajoso y desgarbado, pero con una prominente sonrisa les invita a entrar. Pachamama no logra reconocerlo. La familia está tan hambrienta y la cortés promesa de papas guisadas y reposo, descartó cualquier atisbo.

Por primera vez en mucho tiempo, luego de estar inmersos en esa terrible odisea, Pachamama y sus hijos se sientan alrededor del fuego y se cobijan. Pachamama baja su guardia y empieza a contar a su anfitrión todo lo que han tenido que pasar. Si tan solo la agonía y el desespero por encontrar alivio no le hubiera nublado los sentidos, Pachamama hubiera reconocido y soslayado el infortunio que le esperaba. El cándido anfitrión no podía ser otro que el pretendiente que alguna vez fue rechazado. El mismo que había traído consigo la destrucción con su frenesí, Wakon.

Wakon, al darse cuenta de que se trata de Pachamama, aparenta simpatía por la triste historia de esta familia y los invita a que se queden con él. Con todo esto dicho, Wakon maquinó un plan para satisfacer sus anhelos de venganza.

Al día siguiente, Wakon ya tenía pensado de como ejecutar su plan para descargar su odio. No hay agua en la cueva, por lo tanto, el niño y la niña deben ir a recogerla. De esa manera, tendrían algo que hacer. Los Willkas asumen el encargo sin escamar del engaño que los hará retrasar en cumplir la encomienda. La jarra que llevan tenía una grieta. Les tomará varios intentos percatarse de que jamás podrán llenar dicha jarra con la preciada agua.

Durante la ausencia de los niños, Wakon intentó seducir a Pachamama y, al no lograrlo, el embustero revive una herida que jamás sanó. El odio, el rencor y la ira de Wakon al límite, lo llevaron a golpear a Pachamama repetidamente, hasta que murió.

Una vez efectuado el macabro acto, Wakon aun deseaba poseer a Pachamama, por lo que empezó a devorarla miembro a miembro. No obstante, el triste espíritu de Pachamama se alejó de su cuerpo desmembrado y se convirtió en una imponente montaña cercana (la cual se conoce en la actualidad como la Cordillera de la Viuda).

Al retornar, los niños preguntaron extrañados por su madre y Wakon les dijo que no tardaría en regresar, pero el tiempo transcurría y la diosa madre no se hacía presente. Ante el sufrimiento de los niños, el Huaychao, ave que anuncia las muertes venideras, se compadeció de ellos y les contó el infortunio de Pachamama y el peligro que corrían de continuar con Wakon. Entonces, les aconsejo de amarrar a Wakon de los cabellos a una gran piedra mientras estuviese durmiendo y luego, escapar raudamente.

Una vez realizado los consejos, los hermanos huyeron, corrieron de manera continua, temiendo a la muerte. En el trayecto, diversos animales ofrecieron distraer al maligno persecutor. Los hermanos siguieron avanzando y avanzando, demostrando valor.

No muy distante, un encolerizado Wakon, después de desatarse de la piedra, partió en búsqueda de los gemelos. A pesar de la ventaja de sus víctimas, el antropófago persecutor era un buen corredor y conocía el terreno tan bien como la palma de su mano.

Mientras tanto, Pachamama, la cual estaba angustiada por sus hijos, solo podía observar todos los acontecimientos bajo su forma de montaña.

Los hermanos, muy agotados ya, se toparon con Añas (la zorra), que les preguntó hacia donde acudían con tanto apremio y al enterarse de su tragedia, les ofreció resguardo en su madriguera. Mientras los niños estaban ocultos, escucharon con temor los pesados e iracundos pasos de Wakon que se acercaban.

En el trayecto de Wakon, se encontró con diferentes animales como el cóndor, el puma y la serpiente. Y cada vez que Wakon les interrogaba sobre el paradero de los niños, cada animal movió su cabeza de lado a lado, pretendiendo no saber dónde se encontraban.

Luego se encuentra con Añas, que de manera sagaz le aconsejo subir a un empinado cerro y desde allí, cantar con el propósito de imitar la voz de la madre para que los pequeños acudiesen a su encuentro. Wakon creyó que era una excelente idea y se dirigió apremiadamente hacia la cúspide del cerro.

Sin embargo, cuando a Wakon le faltaba muy poco para llegar, perdió el balance al pisar una piedra aflojada, la cual fue colocada adrede por los animales y la divinidad caníbal cayó al abismó.

Cuando el cuerpo de Wakon impactó el fondo del abismo, este murió. Su muerte desencadenó terribles terremotos que azotaron la tierra, estremeciendo al Kay Pacha.

Los Willkas lograron mantenerse a salvo. Añas los invita a permanecer junto a ella y los alimenta de su propia sangre. Los días pasan y, aunque los niños están agradecidos con ella, aún siguen afligidos por la pérdida de sus padres.

En otro momento, cuando los hermanos se hallaban en el campo recogiendo papas, encontraron una planta de oca en forma de muñeca. Los niños, contentos con el descubrimiento, comenzaron a jugar con ella hasta que se partió en pedazos.

A raíz de lo anterior, los niños lloraron por la pérdida del juguete hasta quedarse dormidos. Mientras dormían, la niña tuvo un sueño. En su sueño, ella arrojaba su sombrero en el aire, este no regresaba, por el contrario, permanecía suspendido en el aire.

Cuando los Willkas se despertaron, la niña le relató a su hermano acerca del sueño que había tenido, pero ninguno comprendió su significado. Confundidos y sin saber qué hacer, ambos se quedaron sentados en el campo. Mientras los niños seguían preguntándose por el significado, vieron descolgarse del cielo dos sogas doradas. Asombrados, consultaron entre ellos y decidieron trepar por las sogas para ver hacia donde les conduciría.

Subieron y subieron hasta llegar al Hanan Pacha, donde fueron recibidos por su afectuoso padre. Pachacámac recompensó la valentía de sus hijos dándoles un lugar privilegiado en su reino. Es así como los Willkas se transformaron en cuerpos celestes. El niño se transformó en Inti (el sol) y la niña, en Quilla (la luna). Así la época de oscuridad total en la tierra llegó a su fin, dando paso al día y la noche.

Pachacámac premió la lealtad de Pachamama entregándole el don de la fecundidad, desde ese entonces, Pachamama quedó encantada en la Cordillera de la Viuda. Dicha cordillera posee nieve perpetua de facultad generatriz, fundamentadora de la lluvia y proveedora del agua para el sustento del hombre, las plantas y los animales.

Asimismo, el dios Pachacámac premió a la Añas la cualidad de poseer una bolsa para proteger y transportar sus críos.

Al cóndor se le premió con el título de ser el señor de las alturas.

Al puma se le premió con el título de ser el señor de las quebradas y del bosque.

A la serpiente se le premió con ser portadora del veneno para defenderse de sus enemigos.

Finalmente, el pájaro Huaychao ahora no solo anuncia las muertes venideras, también anuncia la salida del amanecer.

Dios creador y dios destructor

La Cultura Nazca fue una cultura heredera de muchas cosas de su antecesora, la Cultura Paracas. Prueba de ello está en su religión, pues ambas culturas tenían a Kon como dios principal y creador.

Sin embargo, los Nazca contaron con otro dios principal aparte del ya mencionado Kon. El dios aludido jugó un papel opuesto al dios Kon, pues este era un dios destructor.

La divinidad destructora era conocida como Botto, la cual fue muy temida por los Nazca. Dicha divinidad era asociada con el miedo y la destrucción.

El dios Botto era sumamente feroz y, por ende, los Nazca le rendían culto con el motivo de evitar que el destructivo dios les desencadenase calamidades.

El dios Botto es descrito como una imponente criatura marina, pero con apariencia no solo de pez, sino a la vez de felino y ave. A pesar de esta amalgama tan insólita, la mitología afirma que su hogar estaba en el mar.

Los arqueólogos, en su intento de dar una explicación a la existencia de este dios tan excéntrico, lo han asociado con una especie de tiburón endémico o, en su defecto, con una orca.

Imágenes usadas

  1. Kon (Ilustración 1)
  2. Dios Kon y Pachacámac (Ilustración 2)
  3. Referencial sandstorm
  4. Líneas de Nazca (colibrí)
  5. Huaconada de Mito (tradicional y moderno)
  6. Pueblos originarios: Kon

Referencias

  1. Conquista y mestizaje en el Tahuantinsuyu : elementos religiosos y literarios en dos crónicas andinas
  2. Handbook of inca mythology
  3. Pueblos originarios: Kon
  4. El mito de Kon
  5. Leyenda de Kon y Pachacámac
  6. La historia de Kon en la mitología inca
  7. Creencias mitológicas de la Cultura Paracas
  8. Bajo el signo de los dioses
  9. La Huaconada, danza ritual de Mito
  10. 5 datos de la Huaconada, danza peruana que es patrimonio de la humanidad
  11. Poder y Sacralización del Paisaje en los Andes Centrales: Una aproximación
  12. La leyenda de Pachamama y Pachacámac
  13. El mito de Pachamama y Pachacámac
  14. Dioses de la Cultura Nazca

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