Illapa, el heredero del rayo

A lo largo de la historia de los incas, desde su inicio, hasta su expansión y consolidación como el imperio que hoy conocemos, los dioses han formado parte importante de su hegemonía e influencia.

Los incas contaban con varios dioses y deidades muy poderosas. Los tres dioses principales dentro del panteón inca se componen en: Wiracocha, Inti e Illapa. Es este último, el protagonista de este extenso tema.

Illapa, dios inca del rayo y la guerra

Etimología

Illapa es el término quechua utilizado para designar al rayo, así como también, al mismo dios responsable de dichos fenómenos atmosféricos. El término Illapa está compuesto por la raíz quechua Illa, la cual significa luz o "todo aquello que tiene luz propia".

Historia

Illapa (conocido también como: Apu Illapa, Ilyapa, Intillapa, Chuquiylla, Catuilla, Libiac) es el dios inca del rayo, el trueno, el relámpago, la lluvia y la guerra.

Según varios cronistas, los incas tenían de dioses principales a Wiracocha (el creador), Inti (el sol) e Illapa (el rayo). Esto establece al dios Illapa como uno de los tres principales dioses incas, considerado dios del sustento, junto a los dos dioses anteriormente mencionados.

La táctica de la expansión inca, cuyo artífice es el noveno inca Pachacútec, consiste en la subyugación de sociedades complejas mediante el uso de la fuerza militar o el pacto de alianza con las elites gobernantes. A cambio de ciertos privilegios, las autoridades anteriores conservan su poder, pero se doblegan al nuevo régimen imperialista. Una vez doblegada la población, se impone la nueva religión, enseñoreándose de las huacas (sacralidades) de cada pueblo y, por ende, generándose una suerte de sincretismo religioso entre el sustrato anterior y la religión oficial inca. Así se puede leer en los Manuscritos de Huarochirí:

«Allí, en tiempos muy antiguos, antes del nacimiento del inga, Pariacaca convocó a todos los hombres del Tahuantinsuyo. Cuando todos estuvieron allí juntos, enseñó a sus huacas las normas de su culto para que lo adorasen. Después de la aparición del inga, este también, al oír hablar del culto de Pariacaca se convirtió en su huaca y tuvo este huaca en gran estima».

Este proceso se desarrolla de dos formas diferentes. A continuación, se analizarán los dos procesos de forma pormenorizada.

La primera mediante la integración de la antigua divinidad al panteón incaico, lo cual sucede en los casos en los que esta deidad anterior goza de un prestigio y, por ende, un poder político estimables. Este es el caso de Pachacámac o del mismo Pariacaca.

La segunda consiste en integrar y difuminar la antigua divinidad dentro de las figuras que componen el panteón impuesto. Este sería el caso de Libiac, por ejemplo, quien será reconvertido en Illapa. El cronista Cristóbal de Molina escribe sobre esta extirpación de los cultos anteriores y la imposición de los nuevos:

«En esta tierra hay diferentes naciones y provincias de indios, que cada una de ellas tenía por sí, sus ritos y actos ceremoniales antes que los incas los sujetasen; y los incas quitaron en las dichas provincias algunos de sus cultos que tenían y dieron cultos de nuevo».

Illapa fue la figura mediante la cual, los incas integraron a la religión oficial una serie de cultos y divinidades pre-incaicas vinculadas con el agua. Esto a raíz de la expansión del Tahuantinsuyo por el noveno inca, Pachacútec.

Pachacútec, a su vez, tomó la decisión de adoptar la fuerza natural de dicha deidad como su wawqi (hermano).

Los wawqis son estatuas de piedra ordenadas a crear por los gobernantes incas. Estas estatuas representaban al Inca y, por ende, recibían la misma veneración y culto que la persona del Inca. Esta figura, a manera de ídolo, era llevada en procesión con el motivo de atraer el agua y los buenos temporales.

La religión inca experimentó varios cambios a lo largo de su historia. Desde el culto a Wiracocha, hasta el culto a Inti, se originaron todo un conjunto de cambios a través de los cuales, el Tahuantinsuyo se iba amoldando a las nuevas realidades sociopolíticas en las que se encontraba. El caso del dios Illapa, responde a los nuevos menesteres, a raíz de la expansión del imperio.

A la llegada de los españoles, los incas llamaban Illapas a las armas de fuego de estos, debido a que el sonido que estas armas producían era muy similar a los rayos de dicha deidad.

Los incas, durante el proceso de la conquista española, tuvieron una batalla en la fortaleza de Sacsayhuamán, fortaleza usada tanto con usos militares como con usos religiosos. Dicha fortaleza tiene forma de la cabeza de un puma, animal considerado sagrado por los incas y como padre creador de estos. La fortaleza contiene detalles de arquitectura en forma de doble zigzag, aludiendo a que el dios Illapa tenía un lugar especial en la antedicha fortificación.

Fortaleza de Sacsayhuamán

Antes de que los españoles ganaran la batalla, un rayo impactó cerca de la fortaleza. Los españoles creían que era el apóstol Santiago, que, galopando en su caballo, enviaba dicho fenómeno como presagio de victoria. Los incas, por su parte, creían que era obra de Illapa.

Cuando la conquista española se dio y se instauró el virreinato, los incas fueron restringidos de adorar a sus antiguos dioses. Este fue el primer paso para el sincretismo y asimilación de dioses andinos bajo la forma de personajes cristianos.

El dios Wiracocha fue equiparado con el Dios cristiano, el dios Pachacámac pasó a ser el Señor de los Milagros, la diosa Pachamama fue convertida en la Virgen María, etc.

En el caso de Illapa, fue convertido en el Apóstol Santiago debido a las similitudes que ambos compartían.

La vinculación del Apóstol Santiago al rayo tiene origen de fuentes testamentarias:

«Santiago el Mayor, hermano de Juan, ambos hijos de Zebedeo, fue uno de los primeros en ser llamado por Jesús a ser discípulo suyo. Se nos cuenta que por el carácter impetuoso que mostraban ambos hermanos, impulsados también por su propia madre, fueron apodados por su maestro bajo el nombre de "Boanerges" que significa hijo del rayo».

Aparte de su carácter impetuoso, también se destaca el carácter guerrero y justiciero del apóstol. Dichas características se asemejan bastante a las que tiene el dios Illapa.

De esta manera, el culto de Illapa y de otros dioses incas perduró en el virreinato, gracias al sincretismo religioso.

Apóstol Santiago

Illapa según los cronistas

Según varios cronistas, como en el caso de Fray José de Acosta, establecen a Illapa como la tercera divinidad más importante para los incas, solo superado por Wiracocha e Inti.

Sin embargo, ante estas evidencias, parece contradictoria la versión presentada por el Inca Garcilaso de la Vega, en donde se exhibe al dios Illapa de la siguiente manera:

«Al relámpago, trueno y rayo lo tuvieron por criados del sol... mas no los tuvieron por dioses, como quiere alguno de los españoles historiadores».

¿Por qué a pesar de lo que se ha repasado anteriormente, el Inca relega la condición de Illapa a un simple sirviente del sol y niega su posición de dios?

Sobre esta interrogante, existen dos posibles respuestas: la primera, el interés de Garcilaso en encontrar el monoteísmo en el Imperio Incaico, con la finalidad de aproximar su cultura materna a la católica. La segunda, su propia posición dentro del sistema incaico por ser hijo de Isabel Chimpu Ocllo, una princesa inca y, como tal, miembro de la familia real.

A continuación, se analizarán las dos hipótesis detalladamente.

La primera hipótesis nos ubica a la posición del Inca Garcilaso, quien este mismo se reivindica como el gran defensor de la cultura andina e intenta acreditar que, lo que él mismo juzga de idolatría (el culto solar incaico), es la evidencia de que el mundo andino conocía la existencia del dios único, si bien los engaños del demonio le habían descaminado del verdadero dios.

En este sentido, Garcilaso acentúa muy claramente un período pre-incaico, en el que está presente una combinación de totemismo, animismo y politeísmo, y una etapa de orden establecida por el Tahuantinsuyo, cuya religiosidad se fundamenta en el pensamiento de un dios único.

La segunda, tiene como base analizar más profundamente la obra Comentarios Reales. Con anterioridad, se destaca la importancia de conocer la biografía de Garcilaso y su designio a la hora de escribirla. En este sentido se ha escrito mucho, y hablado mucho más, acerca de la identidad andina y/o española de nuestro protagonista, no siendo enrevesado encontrar referencias sobre lo andino en su obra o, por el contrario, los rasgos españoles de su herencia. Incluso, a través de los siglos, se le ha juzgado de dos formas opuestas, como el legítimo mensajero de la herencia incaica o como el rebelde de su cultura que persiguió la agnición como español.

Es menester analizar su condición social, dentro de una sociedad mestiza en la que las dos culturas se han amalgamado, como predominante y sometida, así como, dentro de un mundo prehispánico en el que estaban presentes unas jerarquías de poder fuertemente establecidas y en el que él forma parte de una elite restringida.

Dicho lo anterior, se puede deducir su obra como fruto del trabajo de un personaje de la elite, es decir, de una clase social alta, lo cual lo discierne del común de la población andina. En primer lugar, es axiomático que su formación, se debe al hecho de haber sido el hijo del conquistador virreinal español Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas, aunque luego fuera considerado un traidor a la patria y Garcilaso jamás pudiera conseguir su agnición. Pero más que su linaje español, se debe hacer un énfasis principalmente en sus raíces maternas, las andinas.

Garcilaso es hijo de Chimpu Ocllo, princesa inca, y bisnieto del inca Túpac Yupanqui. Esto lo convierte en parte de la restringida elite incaica, más aun, en parte de la propia panaca imperial. Este es un elemento a tener en cuenta al momento de leer su crónica. Su discurso es el propio de las elites predominantes, por lo que la exposición acerca de la religión, atañe plenamente al discurso oficial.

En algunas citas de su obra, se hace alusión a un posible monoteísmo, como ejemplo:

«El príncipe Manco Inca, que sus vasallos, por sus grandezas, llamaron Manco Cápac, es que debió ser algún indio de buen entendimiento, prudencia y consejo, y que alcanzó bien la mucha simplicidad de aquellas naciones y vio la necesidad que tenían de doctrina y enseñanza para la vida natural, y con astucia y sagacidad, para ser estimado, fingió aquella fábula, diciendo que él y su mujer eran hijos del Sol, que venían del cielo y que su padre los enviaba para que doctrinasen y hiciesen bien a aquellas gentes».

Si bien esta aseveración puede deberse, una vez más, a la necesidad de justificación de un monoteísmo idólatra, envuelve una lectura que se puede considerar casi materialista histórica, dentro del contexto de la historiografía actual. Por tanto, de forma más o menos formal, el Inca Garcilaso asume la existencia de un discurso oficial y legitimador por parte de la religión en las estructuras del Imperio Inca.

Sin embargo, el dato más atrayente es la afirmación de que el culto solar estaba al mando de la propia familia real. En sus palabras:

«Los sacerdotes de la casa del Sol, en el Cuzco, todos eran incas de la sangre real. Para el demás servicio del templo eran Incas de los del privilegio. Tenían Sumo Sacerdote, el cual había de ser tío o hermano del Rey, y por lo menos de los legítimos en sangre».

Con esta afirmación, se establece a la familia real como la encargada del culto principal, mientras que otras panacas (noblezas de sangre) son responsables del resto de divinidades. Esto refleja una palpable jerarquización de los cargos religiosos, en función de la posición de los grupos de poder dentro de la propia aristocracia. Es en relación con esto, que debemos entender el desdeño de Illapa a simple "sirviente" del sol en la crónica del Inca Garcilaso. Desde el punto de vista de la elite real, el resto de la aristocracia debe estar sometida a la voluntad de su panaca, con lo cual el cronista alega una realidad político social, en la que el resto de la aristocracia debe estar "al servicio" de la familia del Sapa Inca.

El cronista Cristóbal de Molina, al remitir acerca de la Situa, fiesta celebrada en el mes de agosto y que tiene el propósito, entre otros, de pedir que la población no adolezca catástrofes naturales, escribe:

«Para este afecto llevaban al templo del Sol las figuras llamadas Chuquiylla y Viracocha, que tenían su templo por si en Pucamarca y Quishuarcancha, que son ahora casas de doña Isabel de Bobadilla y haciase el dicho cabildo con los sacerdotes de las dichas huacas, y con acuerdo de todos salía el sacerdote del Sol y publicaba la dicha fiesta».

Lo que se plasma aquí, es el menester de establecer un acuerdo entre el clero de las tres divinidades principales para poder celebrar la fiesta. Si en realidad Illapa (Chuquiylla) fuera un simple sirviente, carecería de esta prerrogativa.

Por otro lado, la presencia de Illapa en el retablo principal del Coricancha, ilustrado por Santacruz Pachacuti, refrenda el importante papel de esta deidad.

Diagrama de Santacruz Pachacuti

Por todas las convicciones exhibidas hasta ahora, se considera factible la hipótesis según la cual, el discurso del Inca Garcilaso de la Vega expone una serie de rivalidades surgidas en el seno de las elites cusqueñas, y en las que las luchas de poder entre la panaca real y el resto de panacas, en este caso en particular, la de Pachacútec, se plasmarían a través de la religión. Vale precisar el hecho de que, por herencia materna, la panaca de Garcilaso pertenece al Hurin Cusco (razón por el cual, en la confrontación entre Atahualpa y Huáscar, toma partido por este último), mientras que la panaca de Pachacútec (asimismo, la de Atahualpa), se incluye entre las del Hanan Cusco.

Atahualpa y Huáscar 

En conclusión, Illapa habría sido una de las divinidades más importantes del imperio. Como se vio en la historia de la deidad, su importancia nace a raíz de la expansión del Tahuantinsuyo por Pachacútec. Su arraigo en las sociedades pre-incaicas y la desvinculación de estas con el culto solar impuesto por las elites dominantes, se habrían traducido en un poder fáctico palpable de la burocracia asociada a esta divinidad (la panaca de Pachacútec). Si a esto añadimos los enfrentamientos entre las dinastías de Hanan Cusco y Hurin Cusco, y la necesidad de perseverar un poder imperial establecido de una forma demasiado acelerada como para asentar bien sus bases fundamentales, se puede hipotetizar sobre la existencia de conflagraciones de poder entre las elites cusqueñas, que se exponen en la obra del Inca Garcilaso de la Vega, al considerar a Illapa como "sirviente" del sol. Esta consideración se interpreta como la necesidad de reafirmar la predominancia de la panaca real por encima de otras, especialmente en un momento en que las elites reivindican su designio dentro del nuevo orden establecido por los conquistadores.

Representación

Los incas representaban al dios Illapa bajo la forma de un hombre imponente de brillantes vestiduras que vivía en el Hanan Pacha (cielo). Illapa portaba una warak'a (honda) con la que era capaz de generar los rayos y una maqana (maza de guerra) que simbolizaba la trinidad del rayo, trueno y relámpago.

Illapa estaba relacionado con los grandes felinos y los wamanis (halcones). Esto se debe a que estos animales viven mayormente en los Apus (montañas). Dichos lugares eran los más frecuentes para realizar adoración a este dios.

Aparte de lo anterior mencionado, en el caso de los felinos, los gruñidos y/o rugidos de estos se asemejaban al sonido del rayo. Se dice que cuando se invocaba a Illapa, este tomaba la forma de un gran felino. Esto incluso se atestigua en las épocas del virreinato, cuando los incas y españoles le rendían adoración a Santiago (versión cristianizada del dios Illapa), este se manifestaba como un puma o jaguar, cuyo gruñido y/o rugido era acompañado por rayos, truenos y relámpagos.

A través del tiempo, diversas culturas que se desarrollaron en los Andes asociaron, tanto al puma como al jaguar, con el rayo y el principio fertilizador de la lluvia y el granizo. Los incas no fueron la excepción con este concepto.

Illapa también estaba asociado a los Apus, que como anteriormente se mencionó, estos son la principal morada del halcón, los felinos como el puma y, en menor medida, el jaguar.

La relación entre Illapa y los Apus se refuerza cuando se distingue uno de los nombres de la divinidad inca del rayo, la cual es Apu Illapa. El termino Apu, junto al nombre de un dios, denomina a dicha divinidad como el señor de la montaña o gran señor.

Los espíritus de los Apus se materializaban bajo la forma del halcón. Estos espíritus, que se manifestaban a través de la ostentosa ave, estaban asociados al rayo y a la lluvia, pues se les solicitaba el derrame del líquido pluvial para que las siembras fueran ubérrimas.

Las manifestaciones animales de Illapa podían ser de dos formas: la primera, de manera individual como el puma, jaguar o halcón. La segunda, de manera mixta bajo la forma de un hombre con atributos zoomorfos.

Illapa también tenía un ídolo como representación, cuyo rostro no era visible. También se cree que dicho ídolo tenía diseños antropomorfos.

Se puede afirmar que existió una relación entre la figura del dios Illapa y la expansión imperial de Pachacútec.

Una evidencia para dicha relación se puede encontrar en el conflicto que enfrentó a los hermanos Atahualpa y Huáscar. Durante la confrontación, Atahualpa va a retomar el ídolo de Illapa, wawqi de Pachacútec, para presidir sus ejércitos. Vale la pena recordar la filiación existente entre ambos personajes, ya que tanto Pachacútec como Atahualpa forman parte, a diferencia de Huáscar, de las panacas del Hanan Cusco.

El ídolo de Illapa, que habría acompañado la formación y expansión del imperio, es reivindicado por el aspirante a nuevo inca, lo cual atestigua la importancia de Illapa en un contexto de guerra y enfrentamiento militar.

Illapa portando su warak'a y maqana

Importancia

El dios Illapa tenía un alto rango de adoración debido a su rol como benefactor del agua, las lluvias para los cultivos y los rayos para fertilizar a la tierra o Pachamama.

Otro factor sustancial de su importancia fue que el dios Illapa era el numen protector de las campañas militares, muy frecuentes durante la expansión del Tahuantinsuyo.

Su importancia se aprecia en varios lugares donde se le realizaba culto.

Uno de ellos es el templo de Pucamarca, el cual era dedicado especialmente al dios Illapa.

En el Coricancha, Illapa tenía lugar junto al dios Inti y otros dioses adicionales.

En la fortaleza de Sacsayhuamán, se nota la presencia de arquitectura en forma de rayos, aludiendo a que adoraban al dios Illapa.

La iglesia de San Blas, ubicada en Cusco, era originalmente un templo donde se realizaba adoración al dios del rayo. Se cree incluso, que dicha iglesia, en ese entonces templo, fue la ubicación original donde se llevó y acomodó la momia del noveno inca, Pachacútec.

Iglesia de San Blas (Cusco)

Ritos al dios Illapa

La veneración al dios pluvial fue una práctica muy difundida en toda la región andina. Existen documentos de la época colonial que proporcionan varias referencias acerca de las fiestas religiosas que los pobladores andinos efectuaban en los cerros, pues creían que el dios Illapa habitaba en ellos. Dichas ceremonias estaban relacionadas a la agricultura, presentando importantes elementos simbólicos relacionados a dicha actividad y con la petición de la caída del líquido celeste. Las crónicas aluden que el Inca y toda la población ofrendaban a diferentes montañas unas exuberantes cantidades de oro y plata, sumado a esto, también dedicaban sacrificios a una gran cantidad de llamas, especialmente en los meses previos a la cosecha en los que privaba el hambre (Paucar Huaray, Pacha Pucuy e Inti Raymi). Por lo tanto, se puede apreciar que toda la sociedad, presidida por el gobernante, rendían culto a las entidades asociadas con el agua para que estas intervinieran en el desarrollo idóneo de los cultivos.

Las procesiones en diversos cerros, que la población realizaba en los meses previos a la llegada de la época de lluvias (Uma Raymi y Capac Raymi) estableció una práctica fundamental en las ceremonias agrícolas. Estas peregrinaciones iban acompañadas de oraciones y danzas, pero, sobre todo, de fuertes llantos que tenían como objetivo atraer y propiciar la caída de la lluvia vivificadora.

Aparte de lo anterior mencionado, para que no faltara la lluvia y hubiera buenos temporales, los incas dedicaban a Illapa diferentes ofrendas como llamas, coca, maíz, plumas de diferentes colores, oro y plata, ropa, cebo quemado y, sobre todo, conchas de mar (spondylus). Sin embargo, la ofrenda más estimada consistía en el sacrificio de niños que los incas realizaban en diversos sitios como el manantial llamado Corcorpuquio, en Cusco, y en el cerro de Chuquipalta. El sacrificio, que consistía en enterrar a los infantes narcotizados con hojas de coca y chicha, también estaba dedicado a la tierra, pues favorecía el crecimiento de las plantas y la revitalización del Uku Pacha (la parte baja del mundo). Las familias que ofrendaban a uno de sus hijos como sacrificio se posicionaban con un status especial, pues hacían una importante contribución a los dioses que era reflejado en la armonía del mundo y en el bienestar de la sociedad.

El sacrificio de llamas, que se presenciaba en la mayoría de los meses del año, fue una ofrenda importante asociada a la agricultura, dedicada principalmente a la lluvia y a los cerros. Es importante distinguir la variación de los colores de los auquénidos según la fase del ciclo agrícola. En la ceremonia preparatoria para la labranza, que se realizaba en el mes de Chacra Conacuy, sacrificaban camélidos de color rojizo. Esto con el propósito de que el sol y el agua fueran propicios para los cultivos y no perjudicaran las sementeras. Para la petición de las lluvias, en el mes de Uma Raymi, los incas ofrendaban llamas de color blanco, mientras que las negras eran atadas para que se quejaran. Estas últimas eran las más apreciadas por el dios Illapa. Esto se debe a que el cuerpo del auquénido era de un solo color, incluyendo la nariz oscura. Estas llamas negras eran sacrificadas a los cerros en la época en que la tierra proveía sus primeros frutos durante el mes de Pacha Pucuy. Cuando las plantas estaban más desarrolladas, en el mes de Inti Raymi, sacrificaban llamas pintas y, por último, ofrendaban las llamas de mayor tamaño. De igual manera, cuando la sequía se presentaba, ataban varias llamas negras en la plaza pública, derramaban chicha a su alrededor y las mantenían sin comida ni agua por varios días, para que, con sus quejidos de hambre y debilidad, ayudasen a pedir la tan preciada lluvia.

Ofrenda humana (Cápac Cocha)

Mitos, leyendas y creencias

Numerosos son los mitos, leyendas y creencias que tienen como protagonista a Illapa. A continuación, se nombrarán algunos:

Illapa y el origen de las tormentas

Según esta leyenda, Illapa se encargaba de llenar un urpu (cántaro) con agua de la Vía Láctea y se lo entregaba a su hermana Mama Quilla para que lo cuidase. Al llenarse completamente, Illapa lanzaba un poderoso proyectil con su warak'a al urpu, con el cual se produciría un estruendo que provocaría el trueno, el rayo serían las chispas generadas al impacto y finalmente la salida de agua sería la lluvia.

Illapa y los perros negros

Se decía que Illapa amaba a todas las criaturas de la tierra. Debido a esto, en tiempos de sequía, los incas optaban por amarrar perros negros sin dejarles comida ni agua. Pasaría un tiempo en que estos animales empezarían a llorar de agonía y debilidad. El dios Illapa, al oír dichos lamentos, enviaría la lluvia para salvar la vida de los perros. En el caso de que los perros muriesen antes que la lluvia llegase, Illapa demostraba su furia enviando un destructivo rayo que fulmine completamente a los responsables de haber matado a los perros.

En algún caso, la lluvia no apareciese, se realizaban Cápac Cochas (sacrificios humanos) como ofrenda, en este caso, al dios Illapa. Aunque más que sacrificio, muchos describen este acto como ofrenda, pues la persona partícipe veía este acto como un privilegio divino y estaba más que dispuesta a ofrecerse al rito para veneración de Illapa.

Amaru Aranway

Esta leyenda de origen Huanca forma parte de un relato dentro del folklore del departamento de Junín. Esta historia ha ido transmitiéndose de generación en generación de manera oral, en la cual se explica el origen mitológico de los dos conjuntos de montañas que guarecen al Valle del Mantaro.

El relato reza que antes, los ancestros de los Huancas vivían en las cavernas, pues existían unas criaturas muy salvajes (muy probablemente Ñawpa machus) que apenas los veían, estos les atacaban.

Los Huancas imploraban ayuda al dios Wiracocha, este ordenó hacer nacer del Tulumanya (primer arcoíris) a un Amaru conocido como Yana Amaru (serpiente negra).

Los Amarus son seres divinos de aspecto quimérico, pues eran serpientes de aspecto colosal con atributos compartidos de otros animales. Dichos seres son físicamente semejantes a los dragones, más concretamente, a los dragones asiáticos.

El Yana Amaru destruyó a las malignas criaturas. Una vez cumplido su propósito, el Amaru no podía saciar su pecaminoso apetito, por lo que empezó a atacar a los Huancas.

La suplica de los Huancas volvió a llegar a los oídos del dios Wiracocha, entonces fue engendrado de la misma forma otro Amaru. Este tenía escamas plateadas, a diferencia de su hermano antes creado. El segundo Amaru fue conocido como Yuraq Amaru (serpiente blanca).

Ambos Amarus se enfrentaron. Sin embargo, estos causaban mayores estragos en una batalla que parecía interminable.

Entonces Wiracocha decidió crear a Illapa (dios del rayo) y a Wayrapuka (diosa del viento). Wiracocha envió a ambos dioses para detener a los brutales Amarus.

Las dos bestias intentaron atacar a los dioses. Sin embargo, ambas bestias no tuvieron éxito en dicho cometido. Al verse perjudicados, en un fútil intento, los dos Amarus trataron de huir hacia una laguna, pero Illapa destruyó la orilla y Wayrapuka hizo que el agua se desbordase, haciendo que la laguna se seque. Acto seguido, ambos Amarus quisieron huir al cielo, pero Wayrapuka con el poder de los vientos, los arrastró de vuelta a la tierra e Illapa batalló frente a frente a las dos criaturas, dándoles así, el combate definitivo.

Antes de que ambos Amarus muriesen, sus cuerpos se estiraron y comenzaron a crecer mucho más, convirtiéndose en las cadenas de montañas que se encuentran en el Valle del Mantaro, Junín.

Una variación de esta historia menciona que fue el mismo Wiracocha quien mató a los Amarus, pues este envío una impetuosa tormenta, cuyos rayos fulminaron a las dos bestiales serpientes.

Illapa y su relación con los difuntos

El Uku Pacha (inframundo inca) presenta un significado ambivalente, pues era el generador del ser humano y el productor de los alimentos, pero, simultáneamente, conformaba el mundo de los muertos. Por tanto, los difuntos eran situados en cuevas o en sepulcros abovedados llamados machays o pucullos. En ocasiones, estos sitios correspondían a las pakarinas (lugares de origen). Por tanto, el interés de los nativos por llevar a sus muertos a aquellos sitios, a pesar de los castigos y amonestaciones realizadas por los frailes en la época colonial, exhibe el concepto de que, por un lado, los individuos difuntos volvían a la matriz original representada por las cuevas o las sepulturas en forma abovedada y, por el otro, significaba que los difuntos se unían con los antepasados al ser acomodados junto a ellos. Referente a esto, hay que delimitar que los ancestros, a los que llamaban "abuelos", eran considerados protectores de la comunidad.

Según las creencias andinas, en las cuevas, que eran conductos hacia el Uku Pacha, estaba resguardada la esencia de la lluvia. Así, como ejemplo, un fraile agustino consigna que un misionero encontró dentro de una caverna a un ídolo de piedra. Dicho ídolo era venerado por los habitantes de Huamachuco, con el propósito de que les suministrara el agua. Igualmente, el cronista Bernabé Cobo expone que los nativos creían que de la cueva llamada Cirayoca surgía el granizo, por lo que emplazaban ofrendas en antedicho lugar para eludir que cayera dicho fenómeno meteorológico y destruyese los cultivos.

De acuerdo con la cosmovisión andina, existía una relación entre los muertos y el líquido celeste, ya que la fiesta de los finados se ejecutaba en el mes de Aya Marcay, época del año en que caían las primeras lluvias. En esta celebración, sacaban a las momias de sus recintos, los paseaban por las calles, las casas y la plaza mayor, y les ofrendaban con alimentos y danzas para que ayudasen a atraer el líquido vivificante. Los difuntos estaban asociados al dios del clima, ya que denominaban Illapa a todos los cuerpos momificados de los antepasados principales los caciques o gobernantes locales. Aquellos eran considerados como los progenitores de un grupo, así cada ayllu (parcialidad) tenía el suyo propio, al cual le rendían una veneración especial. Por tanto, se puede distinguir que los personajes prestigiosos ya muertos fueron identificados con el dios del rayo y la lluvia, divinidad que era asimilada a los Apus (progenitores) que vivían en las montañas, veían por el bienestar de su comunidad y enviaban la lluvia que coadyuvaba al crecimiento de las plantas alimenticias.

Illapa y su relación con el Sapa Inca

Como se vio anteriormente, el dios Illapa tenía un ostensible vínculo con los difuntos prestigiosos. Entre estos difuntos, se debe incluir al mismo Sapa Inca.

El Sapa Inca era la encarnación de las dos fuerzas sagradas, el sol y la lluvia, elementos que, al fertilizar la tierra, hacían que fuese posible la producción de alimentos y la reproducción de la vida en el mundo. Es axiomático que el gobernante inca era considerado como hijo del sol y, por ende, representaba su encarnación en la superficie de la tierra. Sin embargo, hay que determinar que también estuvo relacionado con el rayo y la lluvia, ya que el difunto gobernante recibía el nombre del dios Illapa. Esto queda evidenciado en la estatua de piedra llamada wawqi. Como se vio en la historia de Illapa, esta estatua recibía la misma veneración y culto que la persona del gobernante inca y era llevada en procesión con el propósito de atraer el agua y los buenos temporales. Lo anterior mencionado expresa por qué el Inca iniciaba ritualmente las labores agrícolas en la fiesta de la labranza, la cual se efectuaba en el mes de Chacra Pucuy. En dicha ceremonia, toda la comunidad comía, bebía y cantaba, en tanto que el gobernante ejercía una danza ritual. Por otra parte, la relación de la autoridad con Illapa es palpable, asimismo, porque a la antedicha deidad se le hacían ofrendas y súplicas para que se conservara la fuerza del Sapa Inca y no disminuyesen sus dominios. De acuerdo a lo anterior, se puede divisar que el Inca presentó un doble vínculo, pues durante su vida representaba al sol, mientras que su estatua y su cuerpo muerto estuvieron asociados a la lluvia. De este modo, el máximo gobernante sintetizaba las posibilidades de la regeneración del mundo, de la sociedad y de la naturaleza.

Los hijos e hijas de Illapa

Antiguamente se creía que los niños nacidos en días tormentosos eran hijos e hijas del dios Illapa. Estos tenían como responsabilidad ser instruidos para convertirse en sacerdotes y/o sacerdotisas de la deidad de los rayos, esto con el propósito de ser ministros de Illapa para ayudar en los periodos de sequía o escasas lluvias.

Dichos ministros debían escoger a una persona que sea su sucesor. Esta persona también tenía como requisito haber llegado al mundo en un momento donde las tormentas se asomasen al cielo.

Illapa y los gemelos

Los gemelos y los niños que nacieron con lunares o manchas también son considerados como los hijos del rayo. Estos tienen un carácter sagrado. Los padres son responsables de hacer todo un ritual después del nacimiento, esto incluía abstinencia sexual y ayunos.

En el caso de los gemelos, estos recibían el apelativo de curis o chuchus. Si bien, estos tenían un prestigio sagrado, también iba de la mano a los peligros que estaban expuestos. En algunas ocasiones, se menciona que uno de los dos mellizos debía ser ofrendado para volver con Illapa. En el caso de que ambos viviesen, ambos gemelos seguían siendo considerados como seres sagrados y, por ende, venerados, pero uno de ellos, sin saber exactamente cuál de los dos, estaba sujeto a que un rayo lo aniquilase como reclamo del dios Illapa a uno de sus hijos.

Se menciona que el amuleto para poder protegerse de esta muerte era portar siempre mullu o conchas de mar (spondylus). Como se vio en los ritos del dios Illapa, este material era una sustancial ofrenda para él, y en este acontecimiento servía de protección.

Por otro lado, en el caso de que uno de los dos mellizos muriese a tierna edad de una muerte natural, se debía colocar a la criatura difunta en una olla grande que sus familiares guardaban en su hogar.

Otra opción, era depositarlo junto a los mallquis (cuerpos de los antepasados) y, de igual manera que estos, le daban ofrendas y le rendían culto.

En la época colonial, los pueblos andinos soslayaban que estos individuos, quienes habían sido elegidos por el dios Illapa para servirlo, fueran bautizados, pues con ello, podían perder sus cualidades divinas. Eso sumando a que eran de gran importancia para el grupo, ya que eran considerados como los intermediarios con Illapa, proveedor de la lluvia, alimentos y numen protector.

El nacimiento de un rayo de luz

Como se ha visto anteriormente, los niños gemelos o que nacen con ciertos rasgos eran considerados hijos del rayo, pues se creía que el dios Illapa los había engendrado.

Un caso nos relata que una mujer parió un rayo de luz acompañado de un trueno, y enseguida, a una criatura muerta. Los hechiceros le informaron que el primero era el hijo del rayo, y qué, al momento de nacer, este se había ido con Illapa, su padre. En cuanto a la criatura muerta, había que enterrarla en las montañas como ofrenda a las mismas.

Illapa y los Altomisayoq

El rayo es un fenómeno atmosférico que no acepta desafíos. Esto se atestigua cuando este suele caer en lugares donde abunda el oro y la plata, así como también, personas que merecen ser castigadas.

Hay algunos casos en los que dichas personas que lo merecen, le impactan dos rayos. El primero asesinándolo y el segundo devolviéndole la vida como oportunidad de redimir sus malvados actos.

Estas personas eran consideradas Altomisayoq, quienes eran conocedores de los secretos que alberga la vida y la muerte.

El frenesí del rayo

Cuando el virreinato se instauró, hubo muchas personas dentro de la población andina que se reusaban a abandonar a sus dioses ancestrales.

Según la narración de un grupo de jesuitas, existió una mujer hechicera que se comunicaba con Illapa y se proclamaba ella misma como hija de la divinidad del rayo. Los jesuitas enviaron a un grupo de hombres para detenerla y convertirla al catolicismo.

Lo que aconteció después, fue un vehemente pavor por parte de los captores que iban tras la hechicera. Esto es debido a que, cuando los captores fueron a por la mujer, el cielo se pobló de negras nubes, cayendo poderosos rayos del cielo.

Los captores, al ver tal escena, se horrorizaron y decidieron huir.

Paralelismo de Illapa comparado a otros dioses pre-incaicos

El culto al agua y sus demás expresiones como la lluvia, el rayo, el trueno y el relámpago fueron uno de los cultos más extensos y antiguos que llegaron a existir en los Andes.

Dicha antigüedad es plasmada de manera explícita en la obra Nueva corónica y buen gobierno de Guamán Poma de Ayala. El cronista escribe que, en la Segunda edad de indios o Wari Runa:

«Tenían los indios antiguos conocimientos de que había un solo Dios, tres personas, de esto decían así: que el padre era justiciero, yayan runa muchochic, el hijo caritativo, churin runa cuyapayac, el agua del cielo para darnos de comer y sustento, sulca churin causayuc micoy coc runap allin ninpac; al primero le llamaban Yayan Yllapa, al segundo Chaupi Churin Yllapa, al cuarto (sic) le llamaban Sullca Churin Yllapa, que estas dichas tres personas eran, y creían que en el cielo era tan grande majestad y señor del cielo y de la tierra, y así le llamaban Yllapa».

Si se toma en consideración que las cuatro edades del mundo delimitadas por Guamán Poma tratan de un tiempo pre-incaico, situar el culto a Illapa en la segunda, nos ubica a tiempos mucho más atávicos que el Tahuantinsuyo.

Wari Runa (Segunda edad de indios)

Las sociedades andinas son agrocéntricas y, por ende, requieren del agua para su supervivencia, lo cual supone un desafío dentro de un medio complejo como el andino. La costa, en su mayoría desértica, requiere de los aumentos de los ríos en la época lluviosa de la sierra. Las sociedades establecidas en esta zona han tenido que amoldar el medio a través de la construcción de canales de riego, puquios y recogida de aguas subterráneas desde tiempos atávicos. En la sierra, una dilación en la llegada de las lluvias, una escasez o demasía de ellas, o una granizada, pueden poner en peligro la cosecha y con ella, la alimentación del grupo.

A raíz de lo anterior mencionado, el rayo fue visto como una entidad divina a la que rendieron culto diversas sociedades que llegaron a desarrollarse en los Andes. En dicha zona, el rayo se manifiesta de manera habitual durante la época de las lluvias.

La veneración al rayo, al trueno y al relámpago se oficializaron dentro de la religión oficial incaica a través de Illapa, figura que surgió fruto del sincretismo entre la religiosidad de varias de estas sociedades pre-incaicas y la nueva religión imperial en la cual, tenía su origen.

Las deidades de las antedichas sociedades pre-incaicas se convirtieron en variantes regionales y/o análogos del dios Illapa. Esto a raíz del extendido culto e importancia del dios del rayo.

Sin embargo, dichas divinidades tienen sus propias historias. A esto se le añade que, aquellas divinidades que gozaban de un poder político estimable, eran adoradas de manera individual.

Las semejanzas entre Illapa y las divinidades del clima regionales habrían facilitado sus incorporaciones al panteón oficial incaico.

A continuación, se mencionarán algunos dioses que son otros nombres, análogos o que simplemente tienen atributos semejantes al dios Illapa:

Catequil, Huari, Yana Raman y Llamoq

En la zona andina norteña peruana, se encuentran Catequil, Huari, Yana Raman y Llamoq.

Catequil (conocido también como: Apocatequil, Apo Catequil, Apu Catequil) es el dios pre-inca del rayo, el día y el bien. Catequil es la divinidad principal de la Cultura Cajamarca y creador de las etnias de Huamachuco.

Esta divinidad aparece en los datos recopilados por los evangelizadores de la orden de los agustinos, los cuales fueron realizados en los territorios donde se establecieron las etnias de los Huamachucos, los Cajamarca y los Conchucos.

Según estos datos, Atagujo, el cual era el dios creador del cielo y la tierra, envía a uno de sus sirvientes a la tierra. Dicho sirviente era conocido como Guamansuri.

Guamansuri descendió del cielo al pueblo de Huamachuco, que en ese momento estaba poblado por la etnia de los Guachemines.

Haciéndose pasar por foráneo, Guamansuri estuvo al servicio de los Guachemines, quienes le hicieron labrar sus campos. Estos Guachemines tenían una hermana de cautivadora belleza, ella era conocida como Cautaguan, a quien tenían recluida.

Sin embargo, un día, Guamansuri flirteó con dicha mujer y la dejó embarazada. Cuando los Guachemines vieron el estado de su hermana, de inmediato supieron que el responsable de dicha falta fue Guamansuri.

Los Guachemines lo capturaron, lo quemaron y dispersaron sus cenizas. Las cenizas de Guamansuri subieron al cielo y permanecieron allí, junto al dios Atagujo.

Después de esto, los Guachemines pusieron a Cautaguan bajo rigurosa vigilancia y, en pocos días, dio a luz dos huevos de ave, falleciendo ella en el parto. Los hermanos tomaron los huevos y los colocaron en un estercolero. Cuando los huevos eclosionaron, salieron de estos, dos niños gemelos dando llantos.

Estos niños fueron recogidos e instruidos por una mujer. Uno de los niños fue llamado Catequil. El otro niño, el cual era su hermano gemelo, fue llamado Piguerao.

Con respecto a Piguerao, él no vuelve a ser mencionado en la historia. En algunas versiones de la misma, se establece que Piguerao nació con una condición muy delicada y que este falleció poco después. En otras, Piguerao permanece junto a su hermano para coadyuvarlo en su enfrentamiento contra los Guachemines.

Catequil se marchó directamente al lugar donde su madre había fallecido y la resucitó. Acto seguido, la madre le entrega las warak'as que Guamansuri le había dejado para él, con el propósito de matar a los Guachemines. Gracias a estas warak'as, Catequil podía generar los rayos y otros fenómenos atmosféricos. Catequil mató a muchos Guachemines y a los que no mató, los exilió del pueblo.

Catequil ascendió al cielo y le informó a Atagujo que la tierra ya estaba libre de los Guachemines y le exigió que crease a la humanidad para habitarla y trabajarla. Atagujo le dijo que fuese al cerro y a las altas tierras conocido como Guacat. Allí, Catequil extrajo a la humanidad con azadas hechas de oro y plata.

Esta humanidad salió a habitar el pueblo de Huamachuco (adquiriendo su nombre por este pueblo) y se organizó en cuatro grandes guarangas.

A raíz de su prestigio, el dios Catequil también ejerció un papel como un acertado oráculo, pues era capaz de predecir el futuro de manera muy fehaciente. Este hecho es bastante similar al dios Pachacámac, el cual también fue un oráculo muy solicitado.

El centro del culto a Catequil se ubicaba en la cumbre del cerro Icchal. En ella, podían observarse tres rocas prominentes que se identificaron como Apocatequil, su hermano Piguerao y su madre Mamacatequil o Cautaguan.

Catequil es considerado como un análogo del dios Illapa. Sin embargo, como se examinó anteriormente, el dios Catequil fue asimilado al panteón oficial incaico y, por ende, adorado como un dios independiente. Esto debido a que él gozaba de un poder político prominente.

A raíz de esto, las semejanzas son perceptibles entre ambos dioses. Estas son:

  • El rol compartido de ambas divinidades como los generadores de los fenómenos atmosféricos.
  • Ambas divinidades fueron consideradas como Apus.
  • Ambas divinidades son portadoras de una warak'a, con la cual controlan los rayos, truenos y relámpagos.
  • Ambas divinidades están relacionadas a las montañas.
  • Ambos tuvieron un carácter bélico.
  • La forma de ave es una característica que ambos dioses comparten.
  • Catequil y Piguerao siguen el pensamiento andino sobre la relación entre los gemelos y el rayo. Illapa y otros dioses asociados al rayo también siguen este concepto.
  • La trinidad del dios Catequil (Catequil, Piguerao y Mamacatequil/Cautaguan) es semejante a la trinidad del dios Illapa, la cual es expuesta por Guamán Poma de Ayala.

Dios Catequil

Huari (conocido también como: Guari) es el dios principal de la Cultura Chavín y, posteriormente, continuó siendo adorado como tal por la etnia Huari.

Para los Chavín, Huari es un dios considerado como civilizador y agrícola, pues era asociado con el agua, la lluvia, la agricultura y la guerra.

Huari podía manifestarse como un puma (animal que lo representa), así como también, puede manifestarse en el mismo rayo.

Su centro principal de culto fue en Chavín de Huántar, en el callejón de Conchucos.

La imagen de Huari está plasmada en la estela de Raimondi y el lanzón monolítico, aunque algunos historiadores tienen debates con respecto a su representación fidedigna.

En la estela, Huari es expuesto como un posible prototipo de Wiracocha, pues comparte el diseño del tradicional dios de los báculos, deidad andina cuyo culto ha sobrevivido desde tiempos antiquísimos hasta el Imperio Inca. Los Chavín plasmaron a la deidad como un ser antropomorfo que amalgama características de animales como felinos, aves de presa y serpientes.

El lanzón expone elementos humanos y zoomorfos, más concretamente rasgos felínicos y ofídicos. Esta wanka (piedra sagrada), junto a las otras wankas del templo, continuaron siendo idolatradas por la etnia Huari, que habitó el valle de Chavín de Huántar unos 1500 años después de la caída de la Cultura Chavín. Dicha etnia también lo consideró como su dios principal.

Como es axiomático, la etnia Huari hizo que la divinidad Chavín pasara por un proceso de resemantización, añadiendo características propias y expeliendo otras que ya estaban presentes.

Para la antedicha etnia, Huari es el dios gigante de la guerra y que también estaba asociado al sol, al agua y a la agricultura.

Asimismo, el dios Huari tiene la habilidad de transformarse en los siguientes elementos: agua, viento y serpiente.

Los incas, en su creciente expansión del Tahuantinsuyo, lograron someter a la etnia Huari. A raíz de esto, muchos elementos de dicha etnia fueron incorporados dentro del Imperio Incaico.

Entre esos elementos, se encuentra al dios Huari, el cual fue asimilado dentro del panteón oficial incaico. Esto a raíz del prestigio de la divinidad Huari.

Las semejanzas entre Illapa y Huari se hacen presentes en los siguientes puntos:

  • Ambas divinidades han experimentado procesos de resemantización.
  • El prominente rol en la guerra que comparten ambas divinidades.
  • Ambos tuvieron un papel primordial en la agricultura.
  • Ambas divinidades estaban asociadas al cielo.
  • Ambos dioses comparten una apariencia zoomorfa.
  • Ambos tienen manifestaciones similares, tanto bajo la forma de animales, como elementales.

Dios Huari

Yana Raman Libiac Cancharco (conocido también como: Yana Raman, Libiac Cancharco, Yaro) es el dios pre-inca del rayo, cuyo culto era proveniente de una etnia conocida como Yaros o Llacuaces. Estos lo consideraban como su dios principal y creador.

Según los Yaros, ellos nacieron de la orina de un rayo (refiriéndose a su dios Yana Raman). Se puede interpretar que la orina del dios podría simbolizar la lluvia vivificadora, raíz de la vida.

Los Yaros adoraban a Libiac como el rayo, Llamoq como el padre del rayo, y Uchu Libiac como el hijo del rayo. También se puede distinguir que, estas tres divinidades conformaban una suerte de trinidad para los Yaros.

Se piensa que Yana Raman tuvo facetas bélicas, pues un relato obtenido por Augusto Cárdich, nos expone dichas facetas de la divinidad de los Yaros.

El relato reza que antiguamente existía un cerro alto, esclarecido, airoso que se levantaba al centro del lago Lauricocha. Era Shegel Huamán, un hirka (montaña o cerro) benévolo, generoso. A un extremo del mismo lago se encontraba, y se encuentra hasta hoy, un cerro alto, opaco, sombrío, personificado como un hombre oscuro, borrado y malo llamado Yana Raman. Junto a un cerrito, sitiado entre los cerros Yana Raman y Shegel Huamán, existía una pequeña laguna llamada Mama Llipu, una mujer de cautivadora belleza.

De ella se hallaban prendados ambos cerros, lo cual desató una rivalidad entre Yana Raman y Shegel Huamán. Y como Mama Llipu inclinó sus preferencias por este último, el vengativo y lacerante Yana Raman, atacó a Shegel Huamán. Después de una fuerte lucha en la que hubo terremotos, rayos y tormentas (que es tal como pelean los cerros), Yana Raman sale victorioso y mata a Shegel Huamán, hundiéndolo en la laguna. Mama Llipu, que no varió sus sentimientos, fue secándose y murió de tristeza, quedándose limitada a un pequeño pantano.

Yana Raman se quedó solo, cada vez más hosco, como dios temible y poderoso en la zona de Lauricocha.

Como se vio anteriormente, Yana Raman podía manifestarse bajo la forma de una imponente montaña oscura. En otras leyendas asociadas a la divinidad, Yana Raman también se manifestaba bajo la forma de un gran puma.

Yana Raman, al igual que Catequil, es considerado como una variante regional y/o análogo de Illapa. El dios de los Yaros es comúnmente tomado como base, junto a otros dioses pre-incaicos, para la creación e institucionalización del culto al dios Illapa.

Las semejanzas, como es inequívoco, son palpables entre ambas divinidades. Estas son:

  • Ambos fueron divinidades asociadas al rayo.
  • Ambas divinidades se manifiestan bajo la forma de un gran felino.
  • Tanto Illapa como Yana Raman, fueron divinidades con facetas bélicas.
  • Ambos están relacionados a las montañas y cerros.
  • Ambos fueron considerados como Apus.
  • La trinidad de Yana Raman (Yana Raman, Llamoq y Uchu Libiac), al igual que la de Catequil, también comparte semejanzas con la trinidad de Illapa.

Cordillera de Huayhuash, lugar de origen de Yana Raman

Llamoq (conocido también como: Ñamoc) es un hirka que es considerado como el padre del dios Yana Raman, y que también estaba vinculado con el rayo y las lluvias.

El término hirka era usado por las antiguas etnias de Ancash para referirse a las poderosas montañas. Este término es tomado como un sinónimo de las palabras Apu, Wak'a, Huaca y Huanca.

El hirka Llamoq es una deidad montaña que se dice, creó a las etnias. Llamoq es un poderoso dios que no solo protege la vida de los hombres y los animales, sino que provee la salud, equilibrio y armonía en el cosmos.

Al igual que su hijo Yana Raman, Llamoq estaba relacionado con el rayo y las lluvias y, por ende, también pasó a ser un análogo del dios Illapa.

Las semejanzas entre ambas deidades son las siguientes:

  • Ambas deidades tuvieron sus roles establecidos en el rayo y la lluvia.
  • Ambos están asociados a las montañas.
  • Ambos fueron considerados como Apus.
  • Ambos dioses eran considerados númenes protectores de sus respectivas culturas.
  • Llamoq forma parte de la antedicha trinidad del dios Yana Raman, la cual es semejante a la trinidad del dios Illapa.

Hirka Llamoq

Dios Wari, Tumayricapac y Pariacaca

En la zona andina central, se tiene al dios Wari, Tumayricapac y Pariacaca.

La Cultura Wari fue una civilización andina que sintetizó diversos elementos de la Cultura Huarpa, Nazca y Tiahuanaco.

Los Wari adoptaron la organización rural de la Cultura Huarpa. La relación de comercio entre los Wari y Nazca les permitió acceder a mejorar su artesanía y agricultura. Asimismo, los Wari adoptaron algunos de los dioses, mitos y ceremonias de los Tiahuanaco. Esto último se ve reflejado en su divinidad principal.

El dios principal de los Wari está representado en diversos artefactos y cerámicas suyas. En ellos, la Cultura Wari continuó con la representación de su dios supremo bajo la influencia de la figura del dios de los báculos. Estos obviamente incorporaron algunos rasgos propios a la deidad, según sus principales menesteres.

El dios de los Wari, al ser influenciado por la figura del dios de los báculos, ha sido asociado con el sol, la lluvia y la agricultura.

Según mitos orales, el dios de los Wari era principalmente asociado con la fuerza y la guerra. También se menciona que, entre sus guerreros se encontraban gigantes (probablemente debido a su alimentación privilegiada y ser hombres de gran estatura).

Su representación más común expone a la divinidad de pie, con una túnica y un cinturón con figuras de felinos, aves y serpientes. El rostro de la deidad exhibe detalles zoomorfos. El rostro, a su vez, tiene una figura a manera de mascara, la cual tiene formas radiantes alrededor de la misma. Dichas formas se asemejan a rayos solares y tienen forma serpentina que desenlazan en rostros de diversos tipos de animales. Las pupilas de la deidad apuntan una contra otra, dándole un aspecto ojituerto o bizco. La parte inferior de los dos ojos están pobladas de figuras felinas como las que están ubicadas en el cinturón. La divinidad, a su vez, porta dos báculos de aspecto zoomorfo.

Si bien, el dios de los Wari está más emparentado con Wiracocha, también tiene semejanzas que lo ubicarían como otra posible versión anterior no solo de Illapa, sino también, del dios Inti.

En el caso de Illapa, esto se refleja en los siguientes puntos:

  • Ambas divinidades han tenido un prominente rol en la guerra.
  • Ambos tuvieron un papel primordial en la agricultura.
  • Ambas divinidades estaban asociadas al cielo.
  • Ambos dioses fueron benefactores de la lluvia.
  • Ambos dioses comparten un aspecto zoomorfo.

Dios de los báculos (Wari)

Tumayricapac (conocido también como: Apu Tumayricapac, Tumayricapa, Tumayriqhapaq) es un dios regional de Chinchaycocha. Es considerado como un héroe civilizador y era asociado con el rayo.

Se tiene conocimiento de su existencia por una recopilación que realizó el padre Fabián de Ayala en la provincia de Chinchaycocha en el año 1614.

El relato nos narra que, en un gran peñasco llamado Ayracaca (peñasco loco), descendieron del cielo los hermanos gemelos Tumayricapac y Tumayhanampa. El primero se marchó a la montaña Mamallqui hirka (principio de los cerros), cerca de la laguna de Chinchaycocha, donde reunió a todas las huacas. De allí, se encaminó hacia las actuales provincias de Junín y Pasco, y se transformó en un bebé que fue recogido e instruido por una mujer del pueblo de Guaychau. El niño, el cual era Tumayricapac, creció en cinco días (hecho similar a una de las leyendas del dios Yana Raman).

Ya como adulto, recibió por sobrinos a los indios Chupachos del valle de Huánuco mediante la ceremonia de trasquilarles los cabellos. Sin embargo, como los Yanamates de Pasco no quisieron reconocerlo ni ceder ante él, Tumayricapac y Tumayhanampa les rapiñaron un auquénido. Al buscarlo, encontraron a los hermanos al pie del cerro Caytal, Tumayricapac, el cual estaba transformado en puma, encolerizado, arrojó granizo por las ventanas de su nariz. Finalmente, dicho grupo aceptó a Tumayricapac como padre, lo cual fue ratificado por las vísceras de una llama sacrificada.

Tumayricapac es tomado como hijo del rayo y, por ende, es considerado como un análogo del dios Yana Raman. Ambas deidades tenían sus teónimos: Libiac, Yaro, Curi, Chuquiylla, Illapa.

Con lo dicho anteriormente, Tumayricapac puede ser considerado como otro análogo del dios Illapa. Las similitudes entre ambas deidades son:

  • Ambos son divinidades asociadas al rayo.
  • Ambos se pueden manifestar como grandes felinos.
  • Ambas deidades fueron ofrendadas con auquénidos.
  • Ambos están asociados a las montañas.
  • Ambos han sido considerados como Apus.
  • Al igual que Illapa y Catequil, Tumayricapac también expresa la relación entre el rayo y los gemelos. Esto queda evidenciado en la misma divinidad junto a su hermano, Tumayhanampa.

Laguna de Chinchaycocha

Pariacaca (conocido también como: Apu Pariacaca, Pariaqaqa, Paryaqaqa) es el dios pre-inca del agua, las lluvias torrenciales, el granizo y el rayo. Considerado creador por una etnia conocida como Yauyos.

Tras una batalla en la que los Yauyos conquistaron a los Huancas, el dios pasó a ser la divinidad principal de dicha etnia conquistada. Anteriormente, el dios principal de los Huancas era Huallallo Carhuincho. Cuando los incas conquistaron ambas etnias, Pariacaca pasó a ser un dios muy importante dentro del panteón inca.

Pariacaca nació en el cerro Condorcoto junto a sus cinco hermanos de huevos de halcón. Al nacer, el dios pluvial era originalmente un halcón que se convirtió en un Kolash (hombre proveniente del nido).

Pariacaca es considerado un dios múltiple, pues él y sus cinco hermanos podían unificarse, conformando de esta manera, un solo individuo.

En el Manuscrito de Huarochirí, el dios Pariacaca es puntualizado como el creador de los hombres, mientras que su contraparte femenina, Chaupiñamca, lo es para las mujeres.

Un relato dentro de dicho manuscrito nos narra el enfrentamiento entre Pariacaca (dios del agua) y Huallallo Carhuincho (dios del fuego).

La confrontación entre las dos deidades nació a raíz de Huallallo Carhuincho, pues este dios solo permitía a la gente tener dos hijos, uno de los cuales era devorado por él. Pariacaca al enterarse de esto, decidió liberar a los pueblos de la tiranía del dios del fuego.

Ya en la confrontación, se resalta la supremacía de Pariacaca frente a Huallallo. Debido a esto, Huallallo, en su desesperación, invocó a un Amaru bicéfalo con la orden de enfrentar a Pariacaca.

Pariacaca, al ver a la criatura, creó un báculo dorado y punzó furiosamente el centro del lomo del Amaru, convirtiéndolo en piedra.

El relato culmina con el dios Pariacaca como vencedor. El dios Huallallo, derrotado, se retiró al este, donde fue sentenciado por Pariacaca a comer perros.

El dios Pariacaca, al igual que Catequil, fueron variantes regionales del dios Illapa. A pesar de esto, el culto al dios principal de los Yauyos se perseveró, aun cuando este puede equipararse a Illapa y, por ende, ser reemplazado por la nueva divinidad. Este hecho, una vez más, apuntala la estrategia incaica de asimilar a su panteón aquellas divinidades anteriores que ya gozaban de poder y prestigio entre los pueblos sometidos.

A raíz de esto, las semejanzas entre Illapa y Pariacaca son perceptibles. Estas semejanzas son:

  • Pariacaca e Illapa comparten sus roles como dioses del rayo y la lluvia.
  • Tanto Illapa como Pariacaca, fueron considerados como Apus.
  • Ambas divinidades han estado relacionadas a las montañas.
  • Ambos dioses comparten al halcón como animal en la que ambas deidades se manifiestan.
  • Ambos arrostraron y derrotaron a poderosos Amarus.
  • Ambos han mostrado tener facetas bélicas.

Halcón (Wamani), manifestación del dios Pariacaca

Relación entre la Trinidad de dioses del sustento

Como anteriormente se había mencionado, estos tres dioses son los principales dentro del panteón inca. Algunos autores señalan que el culto al dios Wiracocha estaba muy relacionado al culto del sol (Inti) y del rayo (Illapa). Estos dos cultos eran posibles aspectos separados de un ser todopoderoso del cielo, del sol y las tormentas.

En base a esto, se puede encontrar la antedicha figura del dios de los báculos, la cual tiene culto desde tiempos atávicos y que cada cultura alrededor de los Andes le daba sus propias características y diversos nombres.

El registro de la figura del dios de los báculos más inveterado, se encontró en algunos fragmentos de calabaza localizados en el rio Pativilca (región Norte Chico), actual Perú. Estos registros pertenecen a la cultura Caral y datan unos 2.250 a. C.

El dios Caral está plasmado como un ser de aspecto felínico sosteniendo dos báculos.

Dios Caral

Wiracocha, al igual que Illapa, era un dios asociado a los felinos, más concretamente, al puma.

La figura Caral ha sido incorporada por muchas culturas a lo largo de la historia de los Andes. Aquellas culturas, les adscribían asociaciones a diversos elementos. Comúnmente se le asoció como un dios primordial y que se relacionaba con el cielo.

Sobre esto, vale precisar que a Wiracocha se le describe como un hombre con el sol como corona y que estaba asociado al rayo y las tormentas.

Dicha versión también puede variar, el hombre puede tener rasgos zoomorfos o un diseño antropomorfo.

Sean las variaciones que sean, los báculos, junto a su asociación con el agua, el cielo y la fertilidad son atributos infaltables en la representación de esta deidad.

Sin embargo, algunas personas creen que la trinidad consistente de Wiracocha, Inti e Illapa se trata de dioses diferentes, pero que guardan una relación.

Una de estas personas es Cesar Itier y propone lo siguiente: La relación entre Wiracocha, el sol y el rayo debe ser entendida como un asunto de identificación estacional entre divinidades distintas: El sol estaría vinculado con Wiracocha durante la época de verano (con gran cantidad de agua, producto de las lluvias llenando la corteza terrestre) y con el rayo durante la época de la sequedad del cielo invernal.

Otros como Kauffmann Doig, aseguran que Illapa es identificado como el mismo Wiracocha, debido a que ambos eran dioses asociados al agua.

Sea cual sea la verdad, lo cierto es que dichas similitudes han llevado a muchos historiadores e investigadores a caminos similares con una distinta explicación.

En resumen, se podría decir que tanto Inti, como Illapa, son deidades o atributos separados de un dios de jerarquía mayor, el cual es el mismo Apu Kon Illa Tiqsi Wiracocha Pachayachachiq Pachakamaq. Pero que estos, pese a sus semejanzas, puedan adorarse de manera separada.

Como anteriormente se vio en el ejemplo de Pariacaca, no es raro pensar que tanto Illapa, como Inti sean dioses separados del dios creador Wiracocha.

El extenso culto a Wiracocha

Imágenes usadas

Referencias bibliográficas

  1. Información mitología: Illapa
  2. Pueblos originarios: Illapa
  3. El Inca y la Huaca - Repositorio PUCP
  4. Acerca del sincretismo. Del apóstol Santiago a Santiago Mataindios
  5. La divinidad Illapa en el panteón imperial incaico
  6. Entidades sagradas y agua en la antigua religión andina
  7. El relámpago en las culturas andinas
  8. Encyclopedia: Religion (Second edition)
  9. Apus de los cuatro suyos: Construcción del mundo en los ciclos mitológicos de las deidades montaña
  10. Entre pumas y jaguares: Algunas reflexiones acerca de la iconografía del valle de Ambato Catamarca-Argentina
  11. Estudio iconográfico de la representación del felino en los queros o vasos ceremoniales incas del Museo de América de Madrid
  12. Inti y Quilla - Kauffmann Doig
  13. Oráculos y adivinación en los Andes: Su significado político religioso
  14. Adivinación y oráculos en el mundo andino antiguo
  15. Simbología de los adoratorios de Cabana: supervivencia de la cultura y lengua culle
  16. Una mirada al pasado preincaico. La identidad indígena peruana.
  17. San Pedro De Huancarpata (Huari, Áncash): Un caso de heterogeneidad a partir de tres deidades prehispánicas
  18. Los hijos de Huari: Etnografía y etnohistoria de tres pueblos de la sierra de Ancash, Perú
  19. Cultura Wari: Descubrimiento, origen, ubicación, cerámica, arquitectura
  20. El dios de las varas o báculos en los Wari
  21. Une petite chronique retrouvée: Errores, ritos, supersticiones y ceremonias de los yndios de la prouincia de Chinchaycocha y otras del Pirú (1603)
  22. Una carta del P. Fabián de Ayala conforme al original del Archivo Romano de la Compañía de Jesús
  23. Pariacaca: Un oráculo imperial andino
  24. ¿Viracocha y el Sol fueron divinidades diferentes durante el apogeo del Tawantinsuyo?
  25. L'arte Inca e le culture preispaniche del Perù
  26. El regreso de Viracocha

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